6. Alpen Tour: Crónica. Día 5.

Zernez – Ofenpass – Stelvio – Livigno – St. Moritz – Julierpass – Bellinzona (335 Km).
   Esta jornada resultó ser bastante dura debido a la cantidad de km recorridos. Partíamos con 40 km extras sobre lo inicialmente planeado, además teníamos previsto terminar en Mesocco y continuamos hasta Bellinzona (30 km más).

   Este fue el día de las fronteras: desayunamos en Suiza, almorzamos en Italia, tomamos café en Livigno y cenamos en Suiza.







   Después del desayuno, cargamos el equipaje y ponemos rumbo hacia el Ofenpass el cual alcanzamos rápidamente. Aquí tuvimos el único incidente mecánico del viaje: a la GS de Miguel se le fundió la bombilla de cortas. Cambiamos la bombilla en 10 minutos y continuamos hacia el mítico Stelvio.







   Repostamos justo antes de cruzar la frontera con Italia ya que en Suiza resulta más barato. 






   Es curioso cómo, nada más cruzar la frontera, todo cambia un poco: las formas de las viviendas, las carreteras son más bacheadas y, sobre todo, la forma de conducir.






   Después de atravesar el Pratto allo Stelvio coincidimos con un nutrido grupo de scooter alemanes justo al inicio del ascenso al Stelvio. Aquello parecía la salida de un semáforo en plena ciudad con motos por todas partes. Era la primera vez que estaba en el Stelvio pero, al haber visto tantos videos de la subida, parecía que ya había estado antes.




   Esta subida, junto a la de San Gotardo, resultó ser de las más complejas, sobre todo para la VFR. Para que os hagáis una idea en cada curva cerrada había que abrirse al máximo, además de inclinar la moto tenía que doblar la dirección a tope, para no salir demasiado abierto. Por cierto, también sacaba el pie.





   Todavía nos queda un buen tramo por subir.

   Tras 1 hora de ascenso llegamos a la cima del Stelvio. Buscamos la correspondiente señal para la foto pero no estaba. Preguntamos por ella y nos dijeron que de vez en cuando la quitan, así que buscamos alternativas.

   Una vez en la cima nos comimos un perrito caliente en un puesto atendido por un cubano y compramos algunos suvenir que, por cierto, eran bastante caros. Emprendemos la marcha bajo una pequeña granizada sin ponernos los trajes de agua aconsejados por nuestro amigo cubano que nos comentó que dos curvas más abajo no estaría lloviendo y así fue.

   Del Stelvio nos dirigimos hacia Livigno (la Andorra italiana). Justo antes de entrar en Livigno está el Passo Foscagno.

   En Livigno hicimos un alto en el camino donde nos tomamos un capuchino y planificamos el itinerario para el resto del día. Aquí decidimos alargar la ruta prevista y, en lugar de hacer noche en Mesocco, llegar hasta Bellinzona. Como puntos intermedios marcamos St. Moritz, Julierpass y Paso San Bernandino.


   Llegados a este punto os cuento una anécdota que nos pasó. Poco antes de St. Moritz, el gps nos da la instrucción de abandonar la carretera por la que marchamos y nos introduce por una población llamada Celerina, nos conduce a la estación de tren y nos dice: “Tome el ferry”. ¿Pero qué dice? A la salida de Livigno le marcamos la ruta más rápida evitando autopistas y suponemos que, cogiendo el tren sería más rápido, aunque no un ferry como nos indicó.

   Moraleja: cuando se va de viaje no se puede hacer caso del gps al 100 %. Hay que llevar mapas de la zona y usar nuestro propio sentido de la orientación.

   Una vez cruzado St. Moritz iniciamos el ascenso del Julierpass (2.284 m). Puerto sin ninguna dificultad. Continuamos camino hacia Bellinzona en principio por la carretera 3 para luego tomar la nº 13. Ésta última es la misma que tomamos el día anterior y que es de peaje así que, una vez más estábamos fuera de la ley. En esta ocasión recorrimos 90 km hasta llegar al destino previsto.

   Debido a la falta de tiempo, en vez de subir el Paso de San Bernandino lo cruzamos a través del túnel.

    Una vez en Bellinzona, la ciudad más italiana de Suiza, comenzamos la búsqueda de hospedaje. Después de recorrer varios hoteles en los que, o bien no había habitaciones libres, o bien eran demasiado caros, encontramos uno a buen precio, limpio aunque no era  precisamente nuevo, pese a su nombre: Hotel Moderno.

   Esa noche las motos dormían en la calle porque el hotel carecía de aparcamiento. Al menos estaban aparcadas debajo de la ventana de la habitación.

   Después de ducha refrescante (la temperatura era de unos 25 ºC) nos dimos una vuelta por la ciudad, cenamos y a descansar que el día fue muy largo.

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